La elección del cardenal estadounidense Robert Prevost como el Papa León XIV se produce en un momento de profundos cambios geopolíticos, presentando a la Santa Sede la necesidad de definir su rol ante conflictos bélicos, crisis migratorias y el creciente auge de los extremismos a nivel mundial.
Quienes conocen de cerca el funcionamiento del Vaticano aseguran que el nuevo papado inevitablemente comenzará en el contexto de un posible “nuevo orden global”, dada la intrínseca vinculación e influencia que la Iglesia tiene, o intenta ejercer, sobre los principales actores internacionales.
Si bien la misión primordial de la Iglesia Católica no es la actuación directa en el orden internacional, su peso ha sido y continúa siendo significativo en numerosos acontecimientos que han marcado y seguirán marcando el rumbo del planeta.
Como nuevo líder de la Iglesia, León XIV se enfrenta a desafíos de gran magnitud: las persistentes guerras en Ucrania y Medio Oriente, una polarización global cada vez más profunda, el creciente protagonismo del continente africano, el fortalecimiento económico y comercial del sudeste asiático, y el avance disruptivo de la inteligencia artificial y las telecomunicaciones, que están transformando por completo el sistema actual.
A este complejo panorama se suma la reciente escalada de violentos enfrentamientos militares entre Pakistán e India por el control de la disputada región de Cachemira, un escenario de tensión histórica que ha experimentado una preocupante intensificación en las últimas semanas.
El nuevo Pontífice deberá ejercer su influencia en un mundo marcado por la tensión entre las dos principales potencias globales, China y Estados Unidos, que, a pesar de algunos gestos de acercamiento, mantienen fuertes fricciones desde el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca y la reactivación de los aranceles que han impactado el comercio internacional.
En este intrincado escenario, la Secretaría de Estado del Vaticano, que actúa como su ministerio de Asuntos Exteriores, mantiene canales de comunicación y diálogo con todos los actores relevantes a nivel mundial: desde Vladimir Putin hasta Volodímir Zelenski, de Trump a Xi Jinping, así como con líderes africanos y latinoamericanos.
Durante el pontificado de Francisco, el Vaticano desempeñó un papel central en el deshielo de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, en los acuerdos de paz entre el gobierno colombiano y las FARC, en los intentos de mediación ante la invasión rusa de Ucrania, y en los reiterados llamados al cese de hostilidades en la Franja de Gaza frente a las graves consecuencias humanitarias.
El Papa León XIV deberá dar continuidad a estas gestiones aún inconclusas, pero también tendrá la responsabilidad de actuar para prevenir que nuevos focos de tensión desemboquen en conflictos abiertos. Ejemplos de esto son las disputas en el Mar Meridional de China, las sangrientas guerras civiles en varios países africanos que causan miles de muertes, y, especialmente, la peor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial, una de las prioridades del pontificado de Francisco y un tema central en la agenda global actual.
América Latina, el sudeste asiático y África se perfilan como regiones con un creciente protagonismo en este nuevo orden mundial, con una renovada influencia política y comercial.
En este contexto, se espera la participación de numerosos líderes mundiales, especialmente de Occidente, donde aún se concentra la mayor cantidad de católicos, en el funeral oficial que se celebrará próximamente en Roma. Sin embargo, las tendencias demográficas de las últimas décadas muestran un desplazamiento de esta concentración hacia el continente americano.
Esto plantea una pregunta crucial: tras el papado de Jorge Bergoglio, el primer Papa latinoamericano, coincidiendo con el crecimiento del sur global, ¿podría el próximo pontífice provenir de una región hasta ahora impensada para liderar el Vaticano, como el sudeste asiático o África? A pesar de esto, entre los posibles sucesores también figuran varios candidatos europeos, principalmente italianos, que aún conservan un peso significativo en las proyecciones vaticanas.